¿De qué trata el poema? Interpretación y Significado
El poema Alturas de Machu Picchu trata sobre todas las transformaciones que vivió interiormente Pablo Neruda durante su visita a Machu Picchu en 1943. Los versos son un homenaje a este importante símbolo de la cultura peruana. Heredado de la cultura Inca que existió entre 1100 y 1532 Dc.
El Tema es solemne y melancólico.
Durante 12 extensas estrofas el yo poético cuenta con lujo de detalles, metáforas y símiles, la visita que realiza a Machu Picchu en la cordillera de los Andes. Esto ocurre en tiempos de verano y comienzo del otoño.
En el viaje, vive un encuentro reflexivo envuelto entre amor por este lugar sagrado y el reclamo por su cuidado. Expresa que, a diferencia de una roca, el viento, el fuego, el frío el hombre es el único capaz de construir su propio camino.
Describe lo extraordinario de la civilización Inca, pero advierte que no sabe, ni entiende el porqué de su desaparición. Se pregunta cómo era el hombre del lugar, que hacía, por qué la ciudad quedo vacía. Sería a causa de una plaga, una guerra, porque murieron muchos y otros se marcharon, dejando en abandono una cultura y una civilización única. Estas interrogantes lo perturban profundamente.
El yo lírico tiene problemas con su cuerpo, su salud está quebrantada. Pero continúa; observa Machu Picchu, el aire es el único habitante y es el que suaviza poco a poco las piedras del lugar. Describe cómo el tiempo arrasó con todo: la historia, los recuerdos, la palabra, el lenguaje. Luego, comenta que el ambiente es muy frío, sus montañas nevadas y sus ríos mágicos. Habla del río sagrado Urubamba y pregunta por el río Walkamayu.
De nuevo recuerda la desaparición de esa civilización, hasta solo quedar inmensas rocas y piedras. Pero de pronto, cambia su actitud: dice que, aunque el terreno esta deshabitado y muerto, él cree que aún hay vida en el lugar. Es un momento de esperanza que el yo lírico quiere manifestarnos. Dice; que a pesar de los muertos hay presencia en toda el área. Él la siente.
Más adelante hace una reflexión y un reclamo: la gente, los pobladores originarios no hicieron lo posible por salvar su cultura y civilización, dice que no estuvieron a la altura de la situación. Y quizás la crueldad y la esclavitud que existió en ese tiempo (de expansión del imperio) influyó en este fatal desenlace.
Luego, para terminar, el yo poético quiere olvidar todo el dolor y las emociones vividas cargadas de tristeza y desasosiego causadas por lo observado en el viaje. Así que con mucho optimismo invita al pueblo, a la gente del lugar, a nosotros los lectores a recuperar Machu Picchu como una responsabilidad.
Nos recuerda que era una cultura (Inca) y una civilización muy avanzada en su tiempo sin dejar de reconocer la manera absurda y llena de castigos que ejecutaron sus gobernantes. Así de nuevo retoma la idea de juntos encontrar la manera de recuperar Machu Picchu, dejando de llorar, horas, días, años, siglos estelares y accionar para construir y ser un mejorpaís (Perú) y una mejor Latinoamérica, teniéndolo a él como abanderado: Hablad por mis palabras y mi sangre.
Poema Alturas de Machu Picchu
Del aire al aire, como una red vacía,
iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo,
en el advenimiento del otoño la moneda extendida
de las hojas, y entre la primavera y las espigas,
lo que el más grande amor, como dentro de un guante
que cae, nos entrega como una larga luna.
(Días de fulgor vivo en la intemperie
de los cuerpos: aceros convertidos
al silencio del ácido:
noches desdichadas hasta la última harina:
estambres agredidos de la patria nupcial.)
Alguien que me esperó entre los violines
encontró un mundo como una torre enterrada
hundiendo su espiral más abajo de todas
las hojas de color de ronco azufre:
más abajo, en el oro de la geología,
como una espada envuelta en meteoros,
hundí la mano turbulenta y dulce
en lo más genital de lo terrestre.
Puse la frente entre las olas profundas,
descendí como gota entre la paz sulfúrica,
y, como un ciego, regresé al jazmín
de la gastada primavera humana.
II
Si la flor a la flor entrega el alto germen
y la roca mantiene su flor diseminada
en su golpeado traje de diamante y arena,
el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge
en los determinados manantiales marinos
y taladra el metal palpitante en sus manos.
Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa hundida,
como una barajada cantidad, queda el alma:
cuarzo y desvelo, lágrimas en el océano
como estanques de frío: pero aún
mátala y agonízala con papel y con odio,
sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala
entre las vestiduras hostiles del alambre.
No: por los corredores, aire, mar o caminos,
quién guarda sin puñal (como las encarnadas
amapolas) su sangre? La cólera ha extenuado
la triste mercancía del vendedor de seres,
y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío
desde mil años deja su carta transparente
sobre la misma rama que lo espera, oh corazón, oh frente triturada
entre las cavidades del otoño.
Cuántas veces en las calles del invierno de una ciudad o en
un autobús o un barco en el crepúsculo, o en la soledad
más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido
de sombras y campanas, en la misma gruta del placer humano,
me quise detener a buscar la eterna veta insondable
que antes toqué en la piedra o en el relámpago que el beso desprendía.
(Lo que en el cereal como una historia amarilla
de pequeños pechos preñados va repitiendo un número
que sin cesar es ternura en las capas germinales,
y que, idéntica siempre, se desgrana en marfil
y lo que en el agua es patria transparente, campana
desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.)
No pude asir sino un racimo de rostros o de máscaras
precipitadas, como anillos de oro vacío,
como ropas dispersas hijas de un otoño rabioso
que hiciera temblar el miserable árbol de las razas asustadas.
No tuve sitio donde descansar la mano
y que, corriente como agua de manantial encadenado,
o firme como grumo de antracita o cristal,
hubiera devuelto el calor o el frío de mi mano extendida.
Qué era el hombre? En qué parte de su conversación abierta
entre los almacenes de los silbidos, en cuál de sus movimientos metálicos
vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?
III
El ser como el maíz se desgranaba en el incansable
granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos
miserables, del uno al siete, al ocho,
y no una muerte, sino muchas muertes llegaba a cada uno:
cada día una muerte pequeña, polvo, gusano, lámpara
que se apaga en el lodo del suburbio, una pequeña muerte de alas gruesas
entraba en cada hombre como una corta lanza
y era el hombre asediado del pan o del cuchillo,
el ganadero: el hijo de los puertos, o el capitán oscuro del arado,
o el roedor de las calles espesas:
todos desfallecieron esperando su muerte, su corta muerte diaria:
y su quebranto aciago de cada día era
como una copa negra que bebían temblando.
IV
La poderosa muerte me invitó muchas veces:
era como la sal invisible en las olas,
y lo que su invisible sabor diseminaba
era como mitades de hundimientos y altura
o vastas construcciones de viento y ventisquero.
Yo al férreo vine, a la angostura
del aire, a la mortaja de agricultura y piedra,
al estelar vacío de los pasos finales
y a la vertiginosa carretera espiral:
pero, ancho mar, oh muerte!, de ola en ola no vienes,
sino como un galope de claridad nocturna
o como los totales números de la noche.
Nunca llegaste a hurgar en el bolsillo, no era
posible tu visita sin vestimenta roja:
sin auroral alfombra de cercado silencio:
sin altos enterrados patrimonios de lágrimas.
No pude amar en cada ser un árbol
con su pequeño otoño a cuestas (la muerte de mil hojas)
todas las falsas muertes y las resurrecciones
sin tierra, sin abismo:
quise nadar en las más anchas vidas,
en las más sueltas desembocaduras,
y cuando poco a poco el hombre fue negándome
y fue cerrando paso y puerta para que no tocaran
mis manos manantiales su inexistencia herida,
entonces fui por calle y calle y río y río,
y ciudad y ciudad y cama y cama,
y atravesó el desierto mi máscara salobre,
y en las últimas casas humilladas, sin lámpara, sin fuego,
sin pan, sin piedra, sin silencio, solo,
rodé muriendo de mi propia muerte.
V
No eras tú, muerte grave, ave de plumas férreas,
la que el pobre heredero de las habitaciones
llevaba entre alimentos apresurados, bajo la piel vacía:
era algo, un pobre pétalo de cuerda exterminada:
un átomo del pecho que no vio al combate
o el áspero rocío que no cayó en la frente.
Era lo que no pudo renacer, un pedazo
de la pequeña muerte sin paz ni territorio:
un hueso, una campana que morían en él.
Yo levanté las vendas del yodo, hundí las manos
en los pobres dolores que mataban la muerte,
y no encontré en la herida sino una racha fría
que entraba por los vagos intersticios del alma.
VI
Entonces en la escala de la tierra he subido
entre la atroz maraña de las selvas perdidas
hasta ti, Macchu Picchu.
Alta ciudad de piedras escalares,
por fin morada del que lo terrestre
no escondió en las dormidas vestiduras.
En ti, como dos líneas paralelas,
la cuna del relámpago y del hombre
se mecían en un viento de espinas.
Madre de piedra, espuma de los cóndores.
Alto arrecife de la aurora humana.
Pala perdida en la primera arena.
Ésta fue la morada, éste es el sitio:
aquí los anchos granos del maíz ascendieron
y bajaron de nuevo como granizo rojo.
Aquí la hebra dorada salió de la vicuña
a vestir los amores, los túmulos, las madres,
el rey, las oraciones, los guerreros.
Aquí los pies del hombre descansaron de noche
junto a los pies del águila, en las altas guaridas
carniceras, y en la aurora
pisaron con los pies del trueno la niebla enrarecida,
y tocaron las tierras y las piedras
hasta reconocerlas en la noche o la muerte.
Miro las vestiduras y las manos,
el vestigio del agua en la oquedad sonora,
la pared suavizada por el tacto de un rostro
que miró con mis ojos las lámparas terrestres,
que aceitó con mis manos las desaparecidas
maderas: porque todo, ropaje, piel, vasijas,
palabras, vino, panes,
se fue, cayó a la tierra.
Y el aire entró con dedos
de azahar sobre todos los dormidos:
mil años de aire, meses, semanas de aire,
de viento azul, de cordillera férrea,
que fueron como suaves huracanes de pasos
lustrando el solitario recinto de la piedra.
VII
Muertos de un solo abismo, sombras de una hondonada,
la profunda, es así como al tamaño
de vuestra magnitud
vino la verdadera, la más abrasadora
muerte y desde las rocas taladradas,
desde los capiteles escarlata,
desde los acueductos escalares
os desplomasteis como en un otoño
en una sola muerte.
Hoy el aire vacío ya no llora,
ya no conoce vuestros pies de arcilla,
ya olvidó vuestros cántaros que filtraban el cielo
cuando lo derramaban los cuchillos del rayo,
y el árbol poderoso fue comido
por la niebla, y cortado por la racha.
Él sostuvo una mano que cayó de repente
desde la altura hasta el final del tiempo.
Ya no sois, manos de araña, débiles
hebras, tela enmarañada:
cuanto fuisteis cayó: costumbres, sílabas
raídas, máscaras de luz deslumbradora.
Pero una permanencia de piedra y de palabra:
la ciudad como un vaso se levantó en las manos
de todos, vivos, muertos, callados, sostenidos
de tanta muerte, un muro, de tanta vida un golpe
de pétalos de piedra: la rosa permanente, la morada:
este arrecife andino de colonias glaciales.
Cuando la mano de color de arcilla
se convirtió en arcilla, y cuando los pequeños párpados se cerraron
llenos de ásperos muros, poblados de castillos,
y cuando todo el hombre se enredó en su agujero,
quedó la exactitud enarbolada:
el alto sitio de la aurora humana:
la más alta vasija que contuvo el silencio:
una vida de piedra después de tantas vidas.
VIII
Sube conmigo, amor americano.
Besa conmigo las piedras secretas.
La plata torrencial del Urubamba
hace volar el polen a su copa amarilla.
Vuela el vacío de la enredadera,
la planta pétrea, la guirnalda dura
sobre el silencio del cajón serrano.
Ven, minúscula vida, entre las alas
de la tierra, mientras -cristal y frío, aire golpeado –
apartando esmeraldas combatidas,
oh agua salvaje, bajas de la nieve.
Amor, amor, hasta la noche abrupta,
desde el sonoro pedernal andino,
hacia la aurora de rodillas rojas,
contempla el hijo ciego de la nieve.
Oh, Wilkamayu de sonoros hilos,
cuando rompes tus truenos lineales
en blanca espuma, como herida nieve,
cuando tu vendaval acantilado
canta y castiga despertando al cielo,
qué idioma traes a la oreja apenas
desarraigada de tu espuma andina?
Quién apresó el relámpago del frío
y lo dejó en la altura encadenado,
repartido en sus lágrimas glaciales,
sacudido en sus rápidas espadas,
golpeando sus estambres aguerridos,
conducido en su cama de guerrero,
sobresaltado en su final de roca?
Qué dicen tus destellos acosados?
Tu secreto relámpago rebelde
antes viajó poblado de palabras?
Quién va rompiendo sílabas heladas,
idiomas negros, estandartes de oro,
bocas profundas, gritos sometidos,
en tus delgadas aguas arteriales?
Quién va cortando párpados florales
que vienen a mirar desde la tierra?
Quién precipita los racimos muertos
que bajan en tus manos de cascada
a desgranar su noche desgranada
en el carbón de la geología?
Quién despeña la rama de los vínculos?
Quién otra vez sepulta los adioses?
Amor, amor, no toques la frontera,
ni adores la cabeza sumergida:
deja que el tiempo cumpla su estatura
en su salón de manantiales rotos,
y, entre el agua veloz y las murallas,
recoge el aire del desfiladero,
las paralelas láminas del viento,
el canal ciego de las cordilleras,
el áspero saludo del rocío,
y sube, flor a flor, por la espesura,
pisando la serpiente despeñada.
En la escarpada zona, piedra y bosque,
polvo de estrellas verdes, selva clara,
Mantur estalla como un lago vivo
o como un nuevo piso del silencio.
Ven a mi propio ser, al alba mía,
hasta las soledades coronadas.
El reino muerto vive todavía.
Y en el Reloj la sombra sanguinaria
del cóndor cruza como una nave negra.
IX
Águila sideral, viña de bruma.
Bastión perdido, cimitarra ciega.
Cinturón estrellado, pan solemne.
Escala torrencial, párpado inmenso.
Túnica triangular, polen de piedra.
Lámpara de granito, pan de piedra.
Serpiente mineral, rosa de piedra.
Nave enterrada, manantial de piedra.
Caballo de la luna, luz de piedra.
Escuadra equinoccial, vapor de piedra.
Geometría final, libro de piedra.
Témpano entre las ráfagas labrado.
Madrépora del tiempo sumergido.
Muralla por los dedos suavizada.
Techumbre por las plumas combatida.
Ramos de espejo, bases de tormenta.
Tronos volcados por la enredadera.
Régimen de la garra encarnizada.
Vendaval sostenido en la vertiente.
Inmóvil catarata de turquesa.
Campana patriarcal de los dormidos.
Argolla de las nieves dominadas.
Hierro acostado sobre sus estatuas.
Inaccesible temporal cerrado.
Manos de puma, roca sanguinaria.
Torre sombrera, discusión de nieve.
Noche elevada en dedos y raíces.
Ventana de las nieblas, paloma endurecida.
Planta nocturna, estatua dc los truenos.
Cordillera esencial, techo marino.
Arquitectura de águilas perdidas.
Cuerda del cielo, abeja de la altura.
Nivel sangriento, estrella construida.
Burbuja mineral, luna de cuarzo.
Serpiente andina, frente de amaranto.
Cúpula del silencio, patria pura.
Novia del mar, árbol de catedrales.
Ramo de sal, cerezo de alas negras.
Dentadura nevada, trueno frío.
Luna arañada, piedra amenazante.
Cabellera del frío, acción del aire.
Volcán de manos, catarata oscura.
Ola de plata, dirección del tiempo.
X
Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?
Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
Fuiste también el pedacito roto
de hombre inconcluso, de águila vacía
que por las calles de hoy, que por las huellas,
que por las hojas del otoño muerto
va machacando el alma hasta la tumba?
La pobre mano, el pie, la pobre vida…
Los días de la luz deshilachada
en ti, como la lluvia
sobre las banderillas de la fiesta,
dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
en la boca vacía?
Hambre, coral del hombre,
hambre, planta secreta, raíz de los leñadores,
hambre, subió tu raya de arrecife
hasta estas altas torres desprendidas?
Yo te interrogo, sal de los caminos,
muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
roer con un palito los estambres de piedra,
subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
rascar la entraña hasta tocar el hombre.
Macchu Picchu, pusiste
piedra en la piedra, y en la base, harapos?
Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
Devuélveme el esclavo que enterraste!
Sacude de las tierras el pan duro
del miserable, muéstrame los vestidos
del siervo y su ventana.
Dime cómo durmió cuando vivía.
Dime si fue su sueño
ronco, entreabierto, como un hoyo negro
hecho por la fatiga sobre el muro.
El muro, el muro! Si sobre su sueño
gravitó cada piso de piedra, y si cayó bajo ella
como bajo una luna, con el sueño!
Antigua América, novia sumergida,
también tus dedos,
al salir de la selva hacia el alto vacío de los dioses,
bajo los estandartes nupciales de la luz y el decoro,
mezclándose al trueno de los tambores y de las lanzas,
también, también tus dedos,
los que la rosa abstracta y la línea del frío, los
que el pecho sangriento del nuevo cereal trasladaron
hasta la tela de materia radiante, hasta las duras cavidades,
también, también, América enterrada, guardaste en lo más bajo
en el amargo intestino, como un águila, el hambre?
XI
A través del confuso esplendor,
a través de la noche de piedra, déjame hundir la mano
y deja que en mí palpite, como un ave mil años prisionera
el viejo corazón del olvidado!
Déjame olvidar hoy esta dicha, que es más ancha que el mar,
porque el hombre es más ancho que el mar y que sus islas,
y hay que caer en él como en un pozo para salir del fondo
con un ramo de aguas secretas y de verdades sumergidas.
Déjame olvidar, ancha piedra, la proporción poderosa,
la trascendente movida, las piedras del panal,
y de la escuadra déjame hoy resbalar
la mano sobre la hipotenusa de áspera sangre y silicio.
Cuando, como una herradura de élitros rojos, el cóndor furibundo
me golpea las sienes en el orden del vuelo
y el huracán de plumas carniceras barre el polvo sombrío
de las escalinatas diagonales, no veo la bestia veloz,
no veo el ciego ciclo de sus barras,
veo el antiguo ser, servidor, el dormido
en los campos, veo el cuerpo, mil cuerpos, un hombre, mil mujeres,
bajo la racha negra, negros de lluvia y noches,
con la piedra pesada de la estatua:
Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha,
Juan Comefrío, hijo de estrella verde,
Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
sube a nacer conmigo, hermano.
XII
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Análisis de «Alturas de Machu Picchu» de Pablo Neruda
En Alturas de Machu Picchu Neruda nos hace entrar en lo profundo de las raíces originarias latinoamericanas. Haciendo un viaje al pasado, a los hombre y mujeres que allí existieron y murieron. Invitando a los actuales a renacer con él.
¿Quién es el autor?
Alturas de Machu Picchu fue escrito por Pablo Neruda y pertenece al libro de poemas Canto General de Neruda publicado en 1950. Esta obra de genero épico se considera pertenece al movimiento literario modernista.
Datos Curiosos
- Alturas de Machu Picchu es un poema de Pablo Neruda, que fue hecho canción por la banda chilena Los Jaivas y fue lanzado en 1981. Se considera el más conocido de su discografía.
- Investigaciones arqueológicas muestran que el nombre Machu Picchu en quechua significa “Montaña Vieja”. Machu Picchu fue declarado Patrimonio de la humanidad de la UNESCO desde 1983, como “El Santuario histórico de Machu Picchu”. Era un Imperio en desarrollo y expansión, gobernado Pachacutec emperador Inca en 1450. Siglo XV. Quien construyó una “ciudad” para el sector más importante de esa sociedad.
- Machu Picchu se encuentra a 7.972 pies lo que es igual a 2.430 metros de altura sobre el nivel del mar.
Interpretación estrofa por estrofa
1º Estrofa
El yo poético camina por la ciudad (Machu Piccho), viendo pasar el verano y la llegada del otoño, entre primaveras y espigas que caen como una larga luna. Habla de día en la intemperie que enfría el cuerpo como el acero, y noches desdichadas “hasta la última harina”, los estambres de la ropa agredidos por el clima hasta lo más íntimo.
Alguien lo espera en un lugar especial rodeado de hojas de color ronco azufre. Allí rebusca en lo profundo de la tierra, baja como gota entre la paz sulfúrica para luego regresar a la ya finalizada primavera.
2º Estrofa
Va referida al trigo. El yo poético describe la cosecha del trigo que hace a mano el hombre de esas tierras, el hombre de un pasado que forjó con su trabajo lo que hoy vemos la cuna de una civilización. Transformación del entorno, el frío, la agonía. La cólera que mato a tantos seres. “Oh frente triturada entre cavidades del otoño”.
Luego, en tono reflexivo, el yo lírico compara la ciudad su placer, fiestas y campanas con estas alturas, con las nuevas sensaciones, con el cereal del trigo, la semilla, sus capas germinales, nos habla de su mano en el agua de manantial… y se pregunta ¿qué era el hombre? ¿lo imperecedero, la vida?
3º Estrofa
Compara el ser humano con el maíz, que se desgrana como la vida de su hombre, que lo llevaba no a una muerte, sino muchas muertes, reflexionando sobre los grupos humanos que allí habitaban.
Nos da a entender que hubo una plaga, algo arrasó a esa comunidad que quedó vacía. El maíz escaseó y parecía que todos esperaban la muerte temblando.
4º Estrofa
El yo poético dice que la muerte lo invitó muchas veces: Se parecía a la sal invisible en las olas, como hundimientos y alturas de vientos ventisqueros. Y él, aunque fuerte en el desfiladero del aire no puede sostenerse, el ancho mar, Oh muerte, se acerca con claridad nocturna.
Dice que no llego a hurgar en el bolsillo, que vio la muerte vestida de rojo, y sin lágrimas. Dice que la vio en mil hojas, sin resurrección, sin tierra… y no le permitieron tocar el manantial de inexistencia herida. El yo lírico se siente en su propia muerte.
Machu Picchu es como morir lentamente, lo que ve lo afecta en lo profundo del alma, recorrió calles, camas, casas humilladas, sin lámparas ni fuego.
5º Estrofa
El yo lírico reclama a la muerte con sarcasmo: “No eras tú muerte grave, ave de plumas férreas…” la nombra: pequeña muerte, sin paz ni territorio para el hombre, un hueso, una campana que morían en él. Luego, “las vendas del yodo y hundió sus manos en los pobres dolores”. El yo poético estaba enfermo, adolorido, su salud quebrantada; pero, aun así, observaba por los vagos intersticios del alma.
6º Estrofa
Sube entre la maraña de la selva hasta Machu Picchu. Alta ciudad de piedras escalares, cuna del relámpago y vientos de espinas. Madre piedra, espuma de los cóndores. Alto arrecife de la aurora humana. Allí ascendió y bajo el maíz como granizo rojo.
Aquí la hebra de lana dorada que vistió los amores, las madres, al rey, oraciones y guerreros. Y los pies del hombre tocaron las tierras y las piedras hasta reconocerlas en la noche muerte. Luego, el yo lírico nos dice que miró las vestiduras y sus manos. Que un rostro en la pared miro con sus ojos las lámparas terrestres, porque toda ropa, piel vasijas, palabras, vino y panes se fueron.
Y el aire entró sobre todos los dormidos del lugar. El viento azul como suaves huracanes lustró el solitario recinto de la piedra.
7º Estrofa
Describe desde su visión a los muertos en una hondonada. Muerte que vino desde las rocas taladradas. Desde adornos escarlatas que se desploman como el otoño. Dice que hoy el aire ya no llora, que olvidó las aguas que filtraba el cielo, los rayos, el árbol comido y cortado por la ráfaga.
Cuenta cómo la cultura de ese pueblo cayó de repente: las manos, telas, costumbres, sílabas, máscaras… hicieron silencio. Solo las piedras permanecen y de palabra la ciudad en manos de los vivos muertos callados. El tiempo acabó con su cultura y su lengua.
8º Estrofa
El yo poético nos lleva a pasear por el lugar, el frío inclemente, sus piedras, el río sagrado Urubamba, también conocido como meseta de araña, donde el agua llega desde la nieve en los picos de las montañas y baja salvaje, baja de la nieve.
Machu Picchu es el hijo de la montaña. Vuelve a preguntar al río Wilkamayu, que es el río sagrado que fluye en el cielo, es el río estelar para los antiguos pobladores peruanos de Machu Picchu. ¿Quién apresó el relámpago del frío y lo dejo encadenado… sobresaltado en su final de roca? ¿Qué dicen tus destellos acosados? Con estas y otras preguntas deja al descubierto la desaparición de una cultura y su civilización. Solo quedan la sombra de las piedras.
Sin embargo, más adelante, deja ver que en el lugar todavía hay vida, está escondida en calles y espacios. En la escarpada zona, piedra y bosque: El reino muerto vive todavía.
9º Estrofa
El yo poético hace una lista de todo lo que está viendo y sintiendo. Partiendo desde el águila que vuela, viñedo de bruma, serpiente mineral, rosa de piedra.
Tronos volcados por enredaderas, inmóvil catarata, argolla de las nieves dominadas, manos de puma, cúpula del silencio, ola de plata, dirección del viento y muchas otras imágenes que observa de una civilización perdida, pero que todavía vive.
10º Estrofa
El yo poético se pregunta sobre el hombre de ese lugar: ¿dónde estuvo? ¿qué le paso? ¿no estuvo a la altura de la circunstancia? En el aire, en el tiempo. Lo llama hombre inconcluso, que va machacando el alma hasta la tumba.
Quiere interrogarlo, le pide que salga de los caminos, que muestre la arquitectura, los estambres de piedra como queriendo tocar al hombre. El yo lírico cree que el hombre originario no estuvo a la altura para salvar su civilización. El siente que la esclavitud contra otros hombres fue parte y causa del fin de una majestuosa cultura.
11º Estrofa
El yo lírico tiene un cambio de actitud. Ahora pide que lo dejen olvidar, que esta dicha que siente es más ancha que el mar. Quiere olvidar los recuerdos y emociones de muerte que lo han acompañado en el viaje. Le pide a la ancha piedra que lo deje olvidar, le pide a “Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha, Juan Comefrío, hijo de estrella verde, Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa, sube a nacer conmigo, hermano.
12º Estrofa
Quiere expresarles a los trabajadores, al pueblo, a las personas que se junten con él, como si estuviera anclado allí. Les pide se armen de valor y dejen de llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares y se pongan en acción. Para finalmente concluir este poema diciendo:
“Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.”
Figuras Literarias Alturas de Machu Picchu
A lo largo del poema encontramos recursos retóricos como:
- Símil: “Como un río de rayos amarillos”, “Del aire al aire, como una red vacía”, “un guante que cae, nos entrega como una larga luna”, “como una espada envuelta en meteoros”, “como un río de tigres enterrados,”, “Apagadme los cuerpos como imanes”.
- Metáfora: “de los cuerpos: aceros convertidos”, “en lo más genital de lo terrestre”, “el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge”, lágrimas en el océano “, “entre las cavidades del otoño”.
- Personificación: “aceros convertidos al silencio del ácido:”, “como gota entre la paz sulfúrica,”, “de la gastada primavera humana.”, “lágrimas en el océano”.
- Hipérbole: “Tu secreto relámpago rebelde”.
- Antítesis: “desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas”, “El reino muerto vive todavía”.
- Anáfora: “Dadme el silencio, dadme la lucha”, Quien desempeña… Quien otra vez…”.
- Hipérbaton: “de los cuerpos: aceros convertidos”.
- Imágenes: “el agua”, “hierros, Volcanes, imanes, murallas, piedras, manos”.
- Aliteración: “eslabón a eslabón, y paso a paso”.
- Asíndeton: “dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares”.
- Reduplicación: “Dadme el silencio, el agua, la esperanza. Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.”, “contadme todo, cadena a cadena,”, Si la flor a la flor entrega “, Amor, amor, no toques la frontera”.
- Paradoja: “en la soledad más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido”.
- Sarcasmo: “No eras tú, muerte grave, ave de plumas férreas”.
Rima
Es un poema que contiene versos escritos en estrofas de rima asonante.
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